La educación chilena en crisis (una vez más)

Máximo QuitralAcadémico

Este 2022 acabo de publicar mi nuevo libro sobre el movimiento estudiantil de 2011 en un año particularmente crítico para la educación pública. Me resulta preocupante que cuando la educación pública está con cifras alarmantes, el actual gobierno no tenga interés por hacerse cargo de este problema, situación que me resulta llamativo. No nos olvidemos queridos lectores, que este gobierno fue impulsor de uno de los principales movimientos estudiantiles por la educación (año 2011) por lo que hoy no tomarle el peso al grave problema que afecta a nuestros estudiantes, es olvidarse de su pasado. Los últimos datos que se han conocido sobre la educación chilena nos deben hacer reflexionar: los aranceles universitarios van al alza y en algunos casos se proyecta un aumento de un 12%, más de 50 mil estudiantes abandonaron el colegio, 227 mil de entre los 5 y 24 años se fueron del sistema escolar entre los años 2004 y 2021 y cerca de 1,3 millones de estudiantes tienen registros de inasistencia grave. Duro panorama estamos enfrentando, sobre todo porque un señor tenía receta para resolver el dilema educativo, al punto que nos prometió que en 2020 todo estaría resuelto. Esto yo lo llamaría publicidad engañosa.

No pretendo resolver el dilema educativo en esta columna, pero sí llevarlos al plano del debate de un área central dentro de la composición social, como es la educación. Proponer remediales en esta área no es una idea antojadiza, ya que la educación está en directa relación con el tipo de sociedad que se quiere proponer. O sea, si queremos una sociedad más fraterna y tolerante hay que invertir en educación, si queremos un sujeto preocupado por el medioambiente, hay que invertir en educación, si queremos un sujeto que respete a los animales, invirtamos en educación, si queremos sujetos que conduzcan amablemente, bueno, invirtamos en educación, si queremos sujetos más empáticos y menos individualistas, invirtamos en educación. Pero lo más importante de todo es que si queremos una ciudad menos violenta e insegura, sí o sí hay que invertir en educación. Tengo total certeza que muchos de quienes leerán esta columna estarán de acuerdo con los planteamientos esgrimidos, entendiendo también que la superación de la crisis no se dará de la noche a la mañana. Es un trabajo de largo plazo, pero en la medida que creamos que la educación es el camino por sobre el populismo penal, tengan por seguro que será posible reparar el evidente deterioro en que está el país.

Como estoy comprometido con la educación es que se hace imperioso que renazca un movimiento que esté comprometido por instalar ideas, abrir el debate y sumar voluntades en su recuperación. Que el fortalecimiento de la educación pública sea un camino por seguir no solo por un momento determinado, sino que sea el leitmotiv de todos y todas que aspirar a una mejor sociedad. ¿Ya no vale la pena luchar contra el endeudamiento estudiantil? ¿Ya no resulta atractivo avanzar en gratuidad? ¿Ya no resulta serio terminar con el CAE? ¿Resulta conveniente continuar con las pruebas estandarizadas? ¿Sirvió de algo mantener la Jornada Escolar Completa? En fin, hoy me atrevo a insistir en algo que nos devolvió las ganas de luchar, hoy me atrevo a alzar la voz para que recuperemos la educación pública.

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