Por una educación para el ser y no para el capital

Dylan Dinamarca Pacheco

La educación es un pilar fundamental en la sociedad. Su relación con las personas, comunidades e instituciones, crean condiciones que impactan directamente en el desarrollo de las naciones y a escala global. Existen distintos métodos pedagógicos que se han ido desarrollando a lo largo del tiempo, como el sistema Montessori, o el de Paulo Freire, con su propuesta de educación para el oprimido. Sin embargo, si vemos lo que aparece a rasgos generales, la educación no ha cambiado ni una pizca desde la época de la ilustración; a lo más, se ha pasado de un pizarrón de tiza a un PPT.

A pesar de esto, sí se puede decir que ha cambiado en algo. En la actualidad, la educación en el contexto neoliberal ha dejado al pensamiento obsoleto, conjunto a la capacidad de crear sabiduría situada. Se ha enfatizado la mano de obra barata: personas sin ni un ápice de capacidad crítica o reflexiva, que solo sirvan para ejecutar las órdenes que se mandan de manera autoritaria, con las exigencias que eso conlleva. Las fervientes discusiones que se daban en El Banquete de Platón sobre el amor hoy no serían más que una aceptación de un amor romántico caricaturizado en algún meme; es decir, que la transmisión de maestro a discípulo ha quedado olvidada para dar paso a una mediocridad establecida por el mercado global. Esta es la cuestión que, de manera breve, me gustaría esbozar en esta pequeña columna.

A principios de este año en Chile, se dieron a conocer los resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES), en donde los resultados de la política neoliberal han dado frutos: los colegios privados quedaron en los mejores puntajes nacionales, dispersando hasta los colegios públicos más emblemáticos de la historia. El colegio de profesores en Chile responde que esto es causado por la segregación que hay en la educación pública. ¿Y si esto es aún más profundo? ¿No será todo lo contrario, y tendrá que ver con la constante homologación de las condiciones materiales e intelectuales de los colegios públicos? ¿No es lógico que se dé esto en donde la visión a nivel país apunta al individualismo y la competencia arribista, enmarcada en una estructura profundamente oligárquica de falsa meritocracia? Las pruebas estandarizadas solo entregan una estrecha foto del panorama, no es indicador de prácticamente nada. La selección de alternativas solo responde a un modo pragmático de poder enfrentar condiciones de laboratorio, un ejercicio meramente instrumental. No responde al pensamiento, a la formulación de ideas, la creatividad, ni siquiera a los desafíos cotidianos que tiene el pueblo en su día a día.

A esto se le añade la mercantilización que se ha hecho, más que de la educación, a los títulos que se compran como un activo en la sociedad. Gramsci lo expresa claramente cuando habla de la educación clerical italiana, “el producto {educación} vale poco en Italia, a pesar de lo que cuesta. Lo que vale es el producto {título}, que en cambio cuesta muy poco (…). El estado (…) siempre está dispuesto a comprar títulos de estudio, pero pretende que sean expedidos por una de sus instituciones acreditadas”. Gramsci devela el negocio de la educción privada, la cual, en muchos casos, solo se dedica a sacar burros con títulos que pasaron sus exámenes a través de cohecho, o lo que podríamos llamar la pitutocracia.

Entonces ¿Qué hacemos con la educación pública? Los postulados de la socialista Clara Zetkin son interesantes para pensar una educación desde la izquierda. Sensibiliza la necesidad de una educación desde temprana edad con valores socialistas; con un fuerte enfoque en favor de los derechos de los niños, niñas y jóvenes, y en contra de la explotación infantil -sin quitar el valor del trabajo, puesto en la praxis pedagógica como un pilar para la formación del proletariado-. Se animó a pensar un sistema educativo integral y único para los trabajadores, relevando la importancia a la educación en casa tanto de la madre como del padre; clases formales hasta los 18 años de edad, complementado con centros de especialización y capacitación en distintas áreas, incluyendo las artes. Creación de colegios especiales y sanatorios para niños y niños con dificultades especiales, y un largo etcétera.

A pesar de esto, Zetkin también tenía clara las condiciones materiales en las que se desenvolvía, y llego a decir lo siguiente: “Tampoco me estoy haciendo muchas ilusiones con la escuela única. Mientras el orden económico actual siga siendo el mismo, los ricos podrán sustituir la escuela única con la educación privada para sus hijos”. Ante este panorama, abogo por posicionarme ante una idea radical conversada con Homero Gutiérrez, un gran maestro y pedagogo: La educación debe quedar fuera de las manos del estado y sus lógicas de mercado. Los actuales programas son una abominación, un enemigo para el pensamiento crítico y situado. El rol del estado debe ser saldar su deuda histórica con la educación, y subsidiar las condiciones materiales para que la enseñanza sea posible. Sin embargo, sus planes de estudio, conjunto con sus exigencias tecnocráticas basadas en la tecnología moderna, han sido la decadencia del pensamiento y de toda capacidad de formular una comprensión crítica de la aprendido.        

Esta basura tecnocrática ha llegado a permear hasta las universidades. En Chile, se hicieron polémicas dos tesis las cuales hablaban sobre la pedofilia, guiadas por la reconocida feminista Olga Grau. Resulta interesante cuestionarse por qué estas tesis, después de unos años, salen a la luz con tanto estupor, algo que no responderemos aquí. Sin embargo, me representa la idea esgrimida en una columna de la voz de los que sobran, “me parece que la cuestión no es si la tesis es o no “pedófila”. Esto es más bien la burda excusa –el chivo expiatorio en curso- que se han tomado hoy para asediar a la Universidad pública”.

Las razones para imputar estas tesis no son morales -si fuera por eso, hubiera recibido el mismo escándalo la muerte de Benedicto XVI, quien solo en México encubrió a los Legionarios de Cristo, quienes abusaron sexualmente a más de 150 niños-, sino más bien políticas en contra de la izquierda. Una estrategia conservadora para reprimir el pensamiento y todo lo que salga de los marcos procedimentales en la educación tradicional. En otras palabras, seguir creando mano de obra barata que no se piense y solo se obedezca de manera casi robótica. En este contexto de educación superior, los planteamientos de Paulo Freire toman una fuerza fundamental. La lucha por superar la educación bancaria, por una que permita la emancipación de las relaciones entre oprimidos y opresores se hace patente. La dialéctica entre el profesor y el estudiante es central para el desarrollo del pensamiento y, por ende, para la liberación de los yugos estructurales que impone la sociedad capitalista, aún más en nuestro continente.

Esta represión no solo está en la universidad, sino también afecta a los liceos y los jóvenes que estudian en ellos. En el Informe Luz de la Situaciones de la Educación en Chile al 2019, se muestra la política represiva de la (J)Aula Segura, la cual es una medida que le entrega facultades especiales a los directores para poder expulsar estudiantes que estén involucrados en manifestaciones. Para Claudio Naranjo, la educación es la institución que reproduce uno de los gérmenes más nocivos de la sociedad: la mente patriarcal. Esta se ve expresada en esta medida, en donde se castiga de manera severa cuando no se siguen las reglas; que busca excesivamente la racionalidad, con un orden autoritario de ejecución. La criminalización de los estudiantes que se manifiestan es una clara muestra de la dinámica patriarcal en la educación. Es imperante revolucionar las lógicas de dominación más imbricadas en nuestra sociedad; repensar las lógicas patriarcales son un primer gran paso para transformar las lógicas de dominación que están enraizadas en el capitalismo.

Antes de la cultura, o la economía, transformar la educación es fundamental para los cambios sociales que exige la época contemporánea. Volver a pensar desde nuestros territorios, y dejar de ser la mano de obra barata para las grandes potencias, es uno de los más grandes desafíos que se presenta en el continente de la Abya Yala. Si bien, existen modelos de educación que pueden tener al centro el desarrollo del pensamiento y las personas, las lógicas de mercado, conjunto su aparataje institucional, mediático e ideológico, resultan avasalladores ante la revolución necesaria que se necesita en el ámbito educacional. Porque necesitamos una educación para el ser pensante, y no para las lógicas de mercado que nos impone el capitalismo. La fe es lo último que se debe perder. Si los oligarcas trabajan para mantener su estatus quo, nosotros trabajaremos el doble para tomarnos el poder, revolucionar con el pueblo las lógicas mercantiles y conquistar una vida digna.

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